El origen fue el virus de la gripe de aves que, asociada a complicaciones respiratorias secundarias, en dos o tres días destruía los tejidos pulmonares y provocaba la muerte.
En 1918, a causa de la primera guerra mundial alcanzó la consideración de pandemia, más mortífera que la peste medieval y el sida actual.
La gripe española (denominada así porque en Europa y en Estados Unidos se censuraron las noticias y sólo se tenía conocimiento de ella por la prensa española) se cree que se originó en Kansas, EEUU, y los soldados la trasladaron a Europa. Sucedió en varias oleadas de distinta letalidad y, como hoy día se sabe, sin remedio médico.
La primera oleada tuvo lugar en primavera de 1918, fue suave y causó pocas muertes, por lo que no se levantaron las alarmas. La segunda oleada se desarrolló en otoño y fue la más mortífera, causó más bajas que la propia guerra por lo que se censuraron las noticias. El pico de mayor mortalidad se produjo entre octubre y noviembre y la peculiaridad fue que las víctimas eran personas jóvenes, entre veinte y cuarenta años, lo que nos lleva a considerar las condiciones de mala alimentación e higiene, así como el hacinamiento en el que vivían los soldados durante el conflicto bélico. La tercera oleada fue en los primeros meses de 1919 y después desapareció sin causa aparente, tal y como apareció.
Los primeros síntomas, considerados de levedad si el enfermo se recupera, es la alta fiebre, el dolor agudo en cuencas de los ojos, oídos y zona lumbar, en ocasiones vómitos y diarreas. Si se complicaba con otros problemas, sobre todo respiratorios, comenzaban los problemas para respirar por la inflamación y la hemorragia de los pulmones por lo que el paciente presentaba marcas rojas en el blanco de los ojos, manchas color caoba en la cara y hemorragias nasales violentas que terminaban en un par de días con la muerte del enfermo.