General de Brigada y gobernador militar en 1810 de la ciudad de Santander. Llega con su amante alemana a la que hace pasar por esposa.
Se le describe con actitud despótica, ansia de rapiña y crueldad innecesaria. No respeta a las autoridades de la administración josefina. Secuestra para obtener rescates, roba las sisas para el ejército y ejerce el contrabando en provecho propio. Deja a las tropas sueltas y sin castigo, por lo que se producen desmanes y violaciones.
Fondea en la bahía una vieja urca como barco-prisión y levanta una horca en Becedo.
Se procedió una sumaria que lo llevó ante un tribunal militar. Sin embargo, Napoleón protegía a sus hombres y se libró de castigo, quedó en un mero remedo de la justicia.