Nació en Fuendetodos, Zaragoza el 30 de marzo de 1746 y falleció en Burdeos (Francia) el 16 de abril de 1828.
Su vida está perfectamente documentada y es muy conocida por lo que me limitaré al periodo que me interesa por su relación con la novela.
En 1775 comienza a trabajar para la Real Fábrica de Tapices, gracias a su cuñado Francisco Bayeu. En 1785 recibe le nombramiento de vicedirector de pintura de la Academia de San Fernando y en 1786 se le nombra pintor de la corte junto a su cuñado. A partir de aquí la lucha de Goya será entre pintar retratos y cartones para los tapices, lo que le llevará a idear subterfugios para dejar de pintar cartones. En 1892 se escapa a Cádiz sin el permiso real por unos días para ejecutar el retrato de Sebastián Martínez. Quiso la mala suerte que le sorprendiera allí una grave enfermedad y avisa a su cuñado Bayeu para que obtenga permiso -a hecho consumado- de dejar la capital. En enero de 1893 le es concedido para desplazarse a Andalucía y restablecer su salud.
El 11 de julio de ese año se encuentra en Madrid para asistir a una sesión de la Academia y argumenta la absoluta imposibilidad de pintar a causa de la sordera que le ha originado la enfermedad. Sin embargo, de esa época datan los retratos de los duques de Alba y algunos cuadros de gabinete para el palacio real.
El levantamiento del 2 de mayo le sorprende realizando un retrato para el nuevo rey, Fernando VII. En octubre solicita licencia para aceptar la invitación de Palafox para conmemorar con un cuadro la heroica defensa de la ciudad del ataque de los franceses. Los apuntes que realizó los destruyó cuando el 4 de diciembre ocupó el trono José I.
El nombre de Goya figura en una lista de treinta mil cabezas de familia que juraron lealtad al nuevo rey.
Goya vive dramáticamente la contradicción entre sus convicciones liberales e ilustradas y la realidad feroz de la invasión, los abusos y las crueldades de las tropas de ocupación. Las notas, los apuntes y los dibujos de estos difíciles años desembocaron en la serie de grabados de «Los desastres de la guerra».
En febrero de 1810 recibió la orden de seleccionar cincuenta obras antiguas para enviar a París como botín de Napoleón y el 11 de marzo de 1811 recibió de José Bonaparte la Real Orden de España (La Berenjena).
La situación de Goya tras la Restauración absolutista fue complicada. Al duque San Carlos se le confía el encargo de proceder a una depuración de los servidores del Palacio Real, entre los cuales figuraba Goya. El proceso se resuelve favorablemente y Goya es reintegrado a sus cargos y honorarios con el correspondiente informe de que no recibió estipendio por parte del gobierno de José I, sino que prefirió vender sus joyas para sobrevivir.
A partir de 1814 se dedicó a pintar varios retratos de Fernando VII para congraciarse con el rey. Aunque la serie central durante estos años lo ocuparon los grabados sobre «Los desastres de la guerra». De 1814 también datan sus obras más ambiciosas e históricas como «La carga de los mamelucos» y «Los fusilamientos del 3 de mayo».
Vivió en Burdeos hasta su muerte: el 16 de abril de 1828 a causa de un tumor. Sus restos sufrieron un largo peregrinaje de inhumaciones y exhumaciones hasta que, finalmente, en 1919, se le dio eterno descanso en la ermita de san Antonio de la Florida, al pie de la cúpula que pintara un siglo atrás.