HISTORIA.
Entre 1618 y 1648 transcurrió la Guerra de los Treinta Años. La rivalidad entre el rey sueco, Gustavo Adolfo II, y su primo, Segismundo III, rey de Polonia, por el dominio del Báltico propició la construcción de cuatro naves, entre las cuales una sería el buque insignia y llevaría el nombre de la familia real sueca: Vasa.
En el astillero de Skeppsgarden se contrataron los mejores constructores de barcos daneses y holandeses, se talaron miles de árboles de los bosques escandinavos. La descripción y el resultado nos lo relata Vauban en mi novela:
«—Ésa es la palabra clave: equilibrio —intervino Vauban—, si no queremos que nos suceda como a Gustavo Adolfo II de Suecia. —A Vauban le encantaban las anécdotas—. Planificó construir una flota nueva, como estamos haciendo nosotros ahora, para expandirse por el norte. El buque insignia de esta flota era un galeón de sesenta y nueve metros de eslora y once de manga, desplazaba mil doscientas toneladas y estaba dotado de sesenta y cuatro cañones distribuidos en dos cubiertas. El palo mayor medía treinta metros y constaba de una tripulación de ciento cuarenta marineros y trescientos soldados. Le dio el nombre de su dinastía: Vasa. El diez de agosto de 1628 zarpó de los astilleros a la capital, Estocolmo, donde era esperado por embajadores de otros países, autoridades y la población, curiosa y orgullosa, para la inauguración. Se abrieron las portas y se disparó una salva de honor cuando enfilaba el puerto de la capital. El barco se inclinó más de lo debido, la tripulación consiguió enderezarlo, pero volvió a escorar de tal forma que el agua entró por las portas todavía abiertas y se hundió ante la vista y el estupor de todos los congregados en el muelle».
EL PROCESO JUDICIAL.
Se abrió un proceso judicial para buscar culpables y aclarar las causas del hundimiento. El capitán danés del buque, Söfring Hansson, afirmó que los preparativos fueron los correctos, que la tripulación estaba sobria pero que el barco era inestable. Los responsables del astillero arguyeron que había sido construido conforme las medidas que se les había ofrecido y que el mismo monarca había aprobado, además del nuevo puente que había añadido cuando la nave estaba ya diseñada. Se calculó para una hilera de cañones, pero el rey añadió otra más. Un total de 64 cañones de aproximadamente una tonelada cada uno). Fue la tripulación durante el interrogatorio la que apuntó el problema: «el buque pesa más de arriba que de abajo». Los arqueólogos lo han confirmado: apenas hay espacio para el lastre que compensaría el peso del velamen y de los mástiles.
Se cerró la investigación sin ningún culpable del accidente.
LA CONSERVACIÓN DEL VASA.
En el siglo XVII se carecía de los medios para recuperar una nave de más de mil toneladas, así que se contentaron con recuperar los cañones. El buque quedó en el olvido y se fue hundiendo en el limo de la bahía que lo preservó hasta nuestros días. Tras un costoso y lento proyecto de recuperación fue sacado del agua y se construyó un museo para albergarlo: Vasamuseet en Estocolmo que fue inaugurado en 1990.
En una maqueta más pequeña se ha reconstruido la espectacular popa del Vasa, ya que el original ha perdido su policromía. Llevaba unas quinientas figuras talladas y muchos ornamentos simbólicos, propios del Barroco. Entre ellas se encuentran ángeles, diablos, guerreros, personajes bíblicos y mitológicos, así como el escudo y las armas de Suecia y el blasón de la dinastía Vasa.
Entre los objetos recuperados figuran: ropa, cofres, juegos de mesa, cristalería y porcelana en los camarotes de los oficiales, monedas, barriles, material quirúrgico, municiones, armas… Lo suficiente para completar un museo y para ilustrar la vida en un galeón del siglo XVII.