«UNA PASIÓN ESCRITA» Ediciones B.
Empecemos por el título. Lo mejor, el artículo indeterminado «una» porque abarca todo y nada en concreto: tipógrafos, impresores, periodistas, literatos, hasta pasquines revolucionarios.
Porque, como muy bien refleja el término «pasión escrita», cualquier escrito es el protagonista de la novela por la que se mueven, a su servicio, unos personajes de carne y hueso.
El eje argumental se centra en el Madrid de finales del siglo XIX, cuando, bajo un gobierno inestable, surgen y desaparecen los periódicos como medio de expresión de esas ideologías de partido. El mismo vaivén de fortuna —como un efecto dominó— afecta a los que se nutren de ello. Y aquí, la autora, en el más puro estilo galdosiano, nos ofrece, a través de la protagonista femenina —motivada por conseguir que se reconozcan los derechos de las mujeres a participar en la vida cultural— la visión y los intereses de una alta burguesía, que lleva el control político y económico del país. En contraposición, los ojos de un novel gacetillero —que intenta hacerse un sitio en ese mundillo de tinta, lleno de ideales y con escasos recursos— nos desvelan el pulso que empuja a los periodistas, políticos y burócratas a medrar, bien dejándose sobornar; o bien, manteniéndose en la línea de los librepensadores, aunque, a éstos últimos, la sombra del hambre les obligue a comerse a cucharadas el orgullo y —al igual que a los románticos decimonónicos— el torrente arrollador de la realidad los engulla a su vez.
Y en este esbozo costumbrista del Madrid escrito se abren paso, con sagacidad y tesón, las mujeres: burguesas y aristócratas con acceso a la educación. Las menos, a cara descubierta y las más, bajo pseudónimos publican novelas, poemarios o encendidos artículos periodísticos a la altura de las mejores plumas masculinas.
Huelga decir que el punto fuerte de la novela es la documentación. Sin ella, la novela se desmoronaría como un castillo de naipes. María Montesinos es licenciada en periodismo y destila el conocimiento que tiene del oficio, tanto en los detalles técnicos del proceso de edición de un periódico como en el nervio que late en una redacción entre compañeros; o bien, en la amplia hemeroteca de la época que menciona.
No obstante, su estilo no es periodístico, sino literario, literario con letras mayúsculas. Su prosa elegante, que fluye sin afectación —nada de adjetivos o vocablos grandilocuentes—, nos atrapa en una lectura fácil y bien puntuada y consigue que la sigamos en su aventura realista. Y esto no lo digo como banalidad para halagar. En «Una pasión escrita» me he encontrado la forma de narrar del siglo XIX: un comienzo lento —en el que describe los albores del periodismo moderno, las calles de Madrid, la situación social y personal de los protagonistas, los avatares políticos del momento— con escasa acción y un tímido avance hacia la mitad de la novela para correr desbocado hacia el final. ¿El final? No. María Montesinos, en su cierre de la trilogía, nos llevará a otro punto de España —Un destino propio en Comillas y Una pasión escrita en Madrid— donde, por unas razones u otras, los personajes se reencontrarán con los lectores. Nos vemos allí.