Situación política en España
En 1875 se produce la restauración de la dinastía borbónica. Un jovencísimo Alfonso firmaba el Manifiesto de Sandhurst por consejo de Cánovas del Castillo, el artífice de la restauración.
En marzo de 1876 se rinden los carlistas (Manifiesto de Somorrostro) y termina la guerra, aunque quedaron los problemas sin resolver. El fin de la guerra carlista permitió enviar tropas a Cuba para sofocar la insurrección y en febrero de 1878 se firmó la Paz de Zanjón.
El 30 de junio de 1876 se aprobó la nueva Constitución de espíritu conservador. Se trató de un texto flexible con una declaración de derechos y deberes bastante amplia.
A lo largo de veinte años, imperó la alternancia de partidos: liberal (Sagasta) y conservador (Cánovas).
En el campo económico, fueron años de relativa prosperidad. Se asentó el capitalismo industrial, en el que destacó la siderurgia y el desarrollo ferroviario. En 1876, Graham Bell inventó el teléfono, aunque no fue hasta años después cuando se generalizó su uso. La energía eléctrica inició su expansión y, en 1882, Madrid y Barcelona contaron con esta iluminación.
El crecimiento de la población española fue muy lento, con un perfil propio de un país en vías de desarrollo: tasas de natalidad y mortalidad muy elevadas. Los malos hábitos alimenticios y las malas condiciones higiénicas favorecían las epidemias de cólera y tuberculosis que afectaban a todos las capas sociales: fallecieron la reina doña Mercedes (en 1878 a los 18 años) y, posteriormente, el rey Alfonso XII (en 1885 a los 28 años) al contraer ambos la tuberculosis.
Se agudizaron los contrastes sociales por lo que la emigración de jornaleros a Latinoamérica aumentó.
SITUACIÓN SOCIO-ECONÓMICA DE SANTANDER:
Hacia 1850 el negocio de las harinas trajo la prosperidad a los comerciantes de la ciudad. Sobre esta base de ahorro, comenzaron a especular con el terreno y a financiar el relleno de la bahía para permitir el crecimiento de la villa fuera de los muros medievales. Los primeros años de la restauración, 1875, 1876 y 1877, los comerciantes recuperaron la actividad comercial y del puerto: fábricas cerveceras, refinerías de azúcar, bodegas y tránsito de productos coloniales enriquecen a la burguesía santanderina hasta el punto de unirse para fundar el Banco de Santander, con emisión de moneda propia hasta que el ministro de Hacienda, José Echegaray, durante el gobierno de Serrano, decretó el monopolio de emisión de billetes a favor del Banco de España.
La ciudad experimenta, tras siglos de inactividad, un crecimiento y una modernidad espectacular: prolongación de casas sobre el muelle recién rellenado, mercados de abastecimiento construidos con hierro y cristal, movimientos de mercancías en el puerto y asentamiento de navieras fuertes. En los setenta comienza fenómeno que reportará una nueva fuente de ingresos: el turismo. Surgen fondas, hoteles y balnearios para alojar a los veraneantes que llegan en busca de los terapéuticos baños de ola, lo que empuja a los santanderinos a construir, en los campos cercanos a las playas del Sardinero, edificios dedicados al ocio: el Casino, los balnearios y merenderos.
El ferrocarril llegó con retraso. Tantas veces exigido para traer harinas de Palencia, al final sirvió para acercar a las gentes de Castilla al mar en la época estival.
La economía en alza favorece la cultura. Los años setenta fueron fecundos en la villa santanderina: don Marcelino Menéndez y Pelayo, don José María de Pereda, Amós de Escalante. Don Benito Pérez Galdós escogió la villa para pasar los veranos y doña Concepción Arenal visitaba la villa de Potes, donde tenía casa familiar y disfrutaba de la amistad del lebaniego, Jesús de Monasterio, violinista internacional.
En la foto: Galdós y Estrañi.
Veraneos regios.
El 20 de julio de 1861, la reina Isabel II visitó la ciudad acompañada por su esposo, el príncipe de Asturias, Alfonso y las infantas doña Isabel, Concepción y Pilar. Se alojaron en el edificio de la Aduana y se fueron el 13 de agosto.
El mes de julio de 1872, recibió la ciudad a Amadeo de Saboya y se alojó en el palacete del Sardinero de don Juan Pombo. Durante su estancia, concedió títulos a la gran burguesía santanderina, entre ellos, a don Juan Pombo el marquesado de Casa Pombo. Disfrutaba tomando baños dos veces al día y celebrando bailes nocturnos.
En 1876, Santander es nuevamente la ciudad escogida por Isabel II para realizar su regreso a España. En esta ocasión, se alojará en el palacete de los Pombo y pasará todo el mes de agosto junto con sus hijas, las infantas doña Paz, doña Pilar y doña Eulalia. El rey Alfonso XII vendrá en dos ocasiones ese año: en marzo para preparar la llegada de su madre y hermanas y el 29 de julio, acompañado por su hermana y princesa de Asturias, doña Isabel, conocida popularmente por La Chata.