Elena Bargues

Foto: Cádiz. Puerto de la Flota de la Carrera de Indias.

La familia Tamares

FERNANDO TAMARES, conde de Olvera, y padre de Inés, Mariana y Carmen. Tiene un hermano gemelo, don Pedro, veedor de la Flota de Indias, quien educó a las sobrinas abandonadas por su padre, don Fernando.

“El conde de Olvera era un asiduo jugador de naipes al que, en alguna ocasión, había servido de mensajera. Se trajinaba mujeres desencantadas de sus maridos, esposas o viudas de artesanos y comerciantes a quienes el conde encandilaba con falsas promesas de amor o matrimonio, según el caso, y éstas, deslumbradas por su apostura y por el título, caían en sus brazos”.

 MARIANA TAMARES, de 18 años, sevillana. Su tío la relacionó con un banquero genovés para que aprendiese comercio internacional. Habla el francés, como sus dos hermanas, y el italiano. Nunca ha salido de Sevilla y ha crecido feliz aunque entre estrecheces. A pesar de su inteligencia y preparación burguesa, es una ingenua que sale abruptamente a la vida. Su criada Teresa será su lazarillo en la vida.

“La muchacha le llegaba al hombro, su pelo era como el azabache, lo llevaba partido en dos y recogido en un moño trenzado, que dejaba libre la cara, y su esbelto cuello adornado por una gorguera de encaje muy fino. Vestía una sencilla saboyana de color azul que dejaba ver una basquiña de color crudo. Su piel era mediterránea, aunque empalidecida por esconderla de los rayos del sol. De su perfecto óvalo destacaban unos ojos alargados del color del caramelo y unos labios rojos perfectamente perfilados. Le sorprendió la falta de afeites y de joyas, aunque no los echaba de menos, pues le hubieran ocultado su belleza”.

“—Ojos de Miel os llama toda Cartagena —corrigió rápidamente el alférez—. Desde el día que desembarcasteis, vuestra belleza y simpatía han calado hondo, y se refieren a vos como Ojos de Miel”.

 TERESA, la criada de Mariana.
Teresa es un personaje muy bien definido, salido de los bajos fondos sevillanos, pero muy lista. Con una mentira se introduce en la casa Tamares para acompañarla en la larga travesía al otro lado del mundo. Aprende a leer y a escribir y se busca un buen hombre con el que compartir la vida en cuanto llega a Cartagena. SU conocimiento de la vida y de las gentes suplirán la carencia de su ama, educada en casa.

“…de unos quince años, escuchimizada, de grandes ojos sobre un huesudo rostro y cabello ralo y sin brillo sobre los hombros y que había tenido un contacto duro y descarnado con la vida, la iba a ayudar en los avatares de una travesía épica y en el descubrimiento de una nueva tierra”.

 “Su madre era una ramera de uno de los tantos burdeles que había en Sevilla. Murió al darla a luz y fue hija de todas y de ninguna de las prostitutas de la mancebía. Según iba creciendo y su conciencia despertaba, presenció cómo los hombres trataban a las mujeres, cómo éstas morían de forma violenta o de enfermedades innombrables, cómo las perseguía la Iglesia cerrando las casas de lenocinio y dejándolas sin medios para sobrevivir. Aprendió a evitar a los rufianes, a pasar desapercibida, y decidió que debía buscarse la vida de otra forma. Se hizo imprescindible en la cocina del burdel donde aprendió a guisar mientras fregaba. Su cuerpo magro de carnes y su crecimiento raquítico evitaron que el jaque del tugurio se fijara en ella para el negocio”.

 

 

Elena Bargues