El 29 de junio de 1670 el rey Luis XIV encargó al jefe de policía Nicolás Gabriel de la Reynie que iniciara la investigación de la muerte de Enriqueta-Ana de Inglaterra, cuñada del rey, quien falleció en medio de violentos dolores abdominales tras ingerir un vaso de agua helada con achicoria. Seis años después detuvo a una envenenadora en serie: la marquesa de Brinvilliers que había envenenado a su padre, a tres hermanos, a una hija y estaba a punto de acabar con su marido. Fue decapitada y quemada en la hoguera.
A finales de 1678, de la Reynie recibió una confidencia de un abogado que había asistido a una cena en la que una invitada, madame Bosse, alardeaba de lo bien que funcionaba el negocio de los venenos. Reynie la detuvo y en el interrogatorio salió a la luz una trama dedicada al comercio de venenos: además de brujos, alquimistas y adivinas, una larga lista de nombres de la nobleza que dejó constancia de cómo solían solventar sus diferencias tan altos personajes.
LA CÁMARA ARDIENTE.
Fue tal el escándalo que el rey ordenó el 8 de marzo de 1679 la creación de un tribunal especial cuyas decisiones fueran inapelables: la Cámara Ardiente (salón tapizado de negro e iluminado por velas).
No tardaron en detener a la mujer que más dinero ganaba con los venenos: Catherine Deshayes, la Voissin, quien a cambio de grandes sumas de dinero proporcionaba pociones de muerte instantánea y sin dejar rastro.
Ella y su hija fueron llevadas a la prisión de Vincennes. Tras largas torturas confesaron los nombres de trescientos sesenta y siete implicados, la mayoría aristócratas, quienes, advertidos convenientemente, se exiliaron de Francia antes de su detención.
Madame Bosse y la Voissin fueron quemadas vivas en 1680; sin embargo, antes dejaron caer un último nombre: Françoise Athénaïs de Rochechouart de Mortemart, marquesa de Montespan, la favorita del rey y madre de siete de sus hijos.
La hija de la Voissin relató los pecados de la favorita del rey y otros implicados lo corroboraron. En 1667, madame de Montespan requirió los servicios de la Voissin para deshacerse de la entonces favorita, Louise de la Vallière, con una misa negra. Como el asunto sucedió según sus deseos y pasó a ocupar su puesto en la cama del monarca, la marquesa quedó convencida de la eficacia de la magia, así que recurrió en más ocasiones a semejantes prácticas para apartar a posibles rivales en el afecto del rey.
LAS MISAS NEGRAS.
Cuando comenzó a decaer el interés del rey por la marquesa, ésta recurrió al infame abate Guibourg (también detenido), quien celebró misas con sacrificios de niños. (En 1676 hubo una serie de revueltas populares en París ante la desaparición inexplicable de niños). La sangre de los niños inmolados era recogida para elaborar filtros amorosos que fueron mezclados en las bebidas y alimentos del rey.
Tres médicos de la Corte, Vallot, d´Aquin y Fagon, escribieron un memorándum sobre la salud de Luis XIV: «Journal de la Santé du Roi Louis XIV», donde dejaron constancia de que, entre 1675 y 1680, el rey sufrió una serie de crisis de lujuria (se emplearon afrodisíacos en la pociones) así como indisposiciones, dolores de cabeza, vértigos, náuseas y otras debilidades.
EL ASESINATO.
En 1678, el rey se prendó de Marie Angélique de Scoraille de Rousille. Al año siguiente quedó embarazada y el rey le concedió el título de duquesa de Fontanges.
Los celos y la ira de madame Montespan la llevaron a planear la muerte del rey y de su favorita. A la Fontanges con unos guantes perfumados en veneno, que la hicieron perder al hijo y contraer una extraña enfermedad de la que nunca se repuso y provocó su fallecimiento en 1681, con tan sólo veinte años de edad. Para eliminar al rey, fue algo igualmente elaborado: la Voissin debía entregarle un pliego envenenado el día que recibía las quejas de sus súbditos, pero fue detenida antes de conseguirlo por Reynie.
SILENCIO EN LA CORTE.
En octubre de 1680, de la Reynie informa al rey sobre las actividades de la marquesa de Montespan. Horrorizado ante el desprestigio que suponía para la corona que se divulgasen tales hechos, suspendió las sesiones de la Cámara Ardiente, ordenó quemar todos los archivos y firmó «lettres de cachet» (orden de prisión sin juicio) para todos los implicados que todavía no habían sido juzgados. De esta manera trataba de evitar que se extendiera el escándalo. El balance de tan terrible periodo fue de 36 personas quemadas vivas, 36 desterradas, la mayoría aristócratas, y 81 destinatarios de «lettres de cachet» que fueron encerrados e incomunicados de por vida.
El 31 de agosto de 1682, Luis XIV publicó un edicto por el cual cualquier acto de magia o superstición quedaba sometido al código penal, y prohibió la venta de venenos y los laboratorios privados.
La marquesa de Montespan permaneció diez años más en la Corte, sufriendo el desprecio público del rey, luego ingresó en el convento de Saint-Joseph en París hasta su muerte el 27 de mayo de 1707.
No obstante, el marqués de Vauban rescata del olvido estos hechos en la novela:
«—Me concedéis demasiada importancia —objetó Laver.
—Nada de eso. Estáis en boca de todo París y el rey está encantado con esa leyenda romántica. Sinceramente, creo que a la vejez chochea, pero ha sido un hombre muy temperamental y enamoradizo y siente simpatía por vuestro lance amoroso. ¿Recordáis el escándalo de los envenenadores?
—Tenía ocho años y las historias que corrían ponían los pelos de punta —comentó Laver sonriendo—. La gente estaba histérica y creo que muchas cosas fueron invenciones de viejas.
—Os equivocáis. El por entonces jefe de policía, Nicolás Gabriel de la Reynie inició una investigación auspiciada por Louvois a instancias del rey. La investigación abarcó diez años durante los cuales se detuvo a una envenenadora en serie…».
Bibliografía.
Las notas de la Reynie sobre el caso se salvaron y se guardaron en el archivo de la policía. Hoy día se conservan en la Biblioteca Nacional de París.