Elena Bargues

«En el corazón de Jane» de Helena Tur.

Bajo la premisa: «¿Se puede escribir sobre el amor si no se conoce?», Helena Tur se embarca en una aventura temeraria y nos ofrece a una Jane Austen de dieciséis años como protagonista de una novela. ¿Por qué la considero temeraria? Porque son muchos los seguidores de esta escritora inglesa, denominados austenitas, y logra salir a flote, largar trapo y navegar por tan proceloso mar, una hazaña que consigue con la maestría del oficio. Perdonad la jerga marinera, los que me conocéis ya sabéis que me pierde.

Dicho esto, debo puntualizar que no estamos ante una novela romántica, puesto que nuestra heroína, por lo que se sabe, no conoció el amor; más bien es un gran ejercicio de ficción para buscar el momento y el lugar en los que surgió la inspiración de Austen y, posteriormente, escribir las grandes novelas que nos ha legado.

—Yo  no consigo esa profundidad —confesó Jane, doliéndose al admitirse a sí misma tal verdad—. Quizá no sea capaz y mi imaginación no llegue a ese punto.

—Claro que lo es. No tiene más que fijarse en su entorno, en los dramas cotidianos y en cómo afectan a cada uno de quienes la rodean. No hay más secreto, la imaginación no nace de la nada.

Lo más difícil, a mi juicio, es el estilo decimonónico. Helena Tur, además de filóloga, es una especialista de las obras de Jane Austen y Elisabeth Gaskell. No es la primera vez que nos muestra su dominio sobre el lenguaje que empleaban, las formas y sentimientos contenidos de los personajes, las costumbres y el vestuario de la época.

Sin embargo, En el corazón de Jane, al ser la propia Jane Austen la protagonista, Helena Tur pone especial cuidado en la construcción de las frases y de las expresiones que se empleaban tras un minucioso estudio de la correspondencia que mantuvo con la familia así como de su obra, y, con un admirable resultado, calca la fina ironía de la escritora inglesa:

—Haremos una buena fiesta —comentó la señora Austen—. Al fin y al cabo no importará que gastemos en buenos manjares, puesto que luego ya no te habremos de mantener.

Pero vayamos al tema. La autora se ha servido de una laguna en la biografía de Austen para situar la acción de su novela en el año 1791, cuando tenía dieciséis años. Jane recibe una carta en la que se la invita a regresar la abadía de Reading, el colegio donde había estado interna durante un año junto a su hermana Casandra y su prima Jane Cooper, para dirigir una obra de teatro. Y aquí arranca una compleja estructura literaria digna del mejor de los arquitectos y pensada para mayor delicia de los lectores más avezados: ¿Cómo es posible compaginar tres historias en una sola?

¿Cuáles son esas tres historias tan sutilmente engarzadas? Por un lado tenemos unos personajes salidos de la pluma de Shakespeare en la obra que van a representar en la abadía: Mucho ruido y pocas nueces, Beatrice y Benedicto, y Claudio y Hero. Por otro, Helena Tur añade los suyos, elegidos entre los habitantes de la abadía: los alumnos Victoria Durrant y Adler Percy y la profesora Louise Gibbons y su rechazado Edmund Kirby, quienes comparten similitudes con los personajes de Shakespeare. Y por último, a nuestra querida Jane, a quien le servirán de inspiración para sus futuras novelas Orgullo y prejuicio y Persuasión y así surgirán nuestras queridas Elizabeth Bennet y Anne Elliot junto a nuestros admirados Fitzwilliam Darcy y Frederick Wentworth. Una auténtica labor de ingeniería literaria ante la que me descubro.

Sin embargo, mi personaje favorito es Nell Henthrone que, como el viento fresco del norte, se introduce en la trama georgiana anunciando a la mujer moderna.

Una novela publicada por Plaza & Janés que recomiendo encarecidamente a cualquier lector apasionado de la literatura del siglo XIX. Le auguro una buena y entretenida lectura.

Elena Bargues