En 1784 Benjamín Franklin publicó una carta desde Francia en la que relataba que los parisinos ahorraban en velas levantándose una hora antes y planteó el cambio horario como método de ahorro; sin embargo, no prosperó la idea porque la mayor parte de los lugares se adaptaban al horario solar.
Para hablar de cambio horario hay que hablar de la aparición del tren. En 1840, las empresas ferroviarias del Reino Unido fueron las primeras en proponer la unificación de horarios para coordinar los trayectos y evitar accidentes en los accesos a las vías. La necesidad de un horario de ferrocarriles se extendió rápidamente a otros países.
En 1884, en la Conferencia Internacional del Meridiano, en la que participó España, se aconsejó establecer el meridiano de Greenwich como referencia horaria, dado que era el que ya se usaba en la mayoría de las cartas náuticas.
Hasta el siglo XX España siguió rigiéndose por la luz solar de forma literal. La hora oficial era la del meridiano de Madrid, pero cada provincia mantenía una hora local diferente según sus coordenadas (en Galicia el sol sale cincuenta minutos más tarde que en Baleares). En 1900 se aprobó la implantación de un horario único oficial en España de acuerdo con el meridiano de Greenwich que pasa por Aragón y se comenzó a aplicar el 1 de enero de 1901.
En 1905 el constructor inglés William Willett, durante su habitual paseo a caballo antes del desayuno, constató que los londinenses desaprovechaban horas de luz durmiendo por lo que, dos años después, publicó su propuesta de cambiar el horario para adecuarlo a las necesidades reales. A causa de la complejidad de llevarlo a cabo, no tuvo eco.
Sin embargo, el 30 de abril de 1916, Alemania, ante la falta de recursos de carbón por la Primera Guerra Mundial, aplicó por primera vez el cambio de horario para ahorrar energía.
En España, el 15 de abril de 1918 se introdujo el concepto de horario de verano, en el que se adelantan los relojes una hora; y horario de invierno, en el que se atrasan de nuevo. Esta norma se aplicó intermitentemente según los gobiernos y vicisitudes políticas.
A partir de 1973, a causa de la crisis del petróleo, en muchos países europeos, se institucionalizó la medida de adelantar una hora el reloj para aprovechar mejor la luz solar, entre ellos España. Y en los años 80 la Comunidad Económica Europea unificó las fechas del cambio de horario para evitar los desajustes entre los países miembros.
No obstante, hay muchos países que no participan de esta idea, bien porque no les interesa, bien porque no comparten los mismos problemas solares, como los países cercanos al Ecuador que gozan del mismo número de horas de sol y de oscuridad a lo largo del año; o los países nórdicos por el motivo contrario: disfrutan de los mismos meses de sol (sin distinción horaria) que de oscuridad, aunque algunos de estos últimos acatan la norma horaria para armonizarse con el resto de Europa.