Haro, 25 de noviembre de 1880.
Mi nombre es Alonso Martínez y bajo la impresión de los acontecimientos fantásticos que he vivido recientemente, y ante la reticencia de mi padre para confiarlos públicamente, me apresuro a imprimir este manuscrito, legado familiar para las venideras generaciones. Soy consciente del peligro que corro de que nos consideren dementes por considerarlo cierto; sin embargo, si deciden no creernos, ténganlo, al menos, por una curiosa leyenda salida de una fértil imaginación; por una historia llena de aventuras, con el trasfondo de una naciente y convulsa Castilla, azotada por las incursiones de los infieles; o por un romance que fue cantado por los juglares:
Tratado sobre las jornadas de la doncella del río Luna y de cómo conoció al caballero del río Lobos y su establecimiento en Ucero.
Siglo X. Reino asturleonés.
Xana Flaínez vive en el castillo del río Luna bajo la opresiva autoridad de su madrastra y la indolencia de sus hermanos. Ante un odioso enlace de conveniencia, Xana planea una fuga desesperada por unas tierras inhóspitas y arrasadas por las aceifas musulmanas. Sin embargo, la huida no será como la había imaginado, pues su destino estaba escrito de forma muy diferente en el firmamento nocturno.
Íñigo Martínez, caballero castellano y espía del rey Ramiro II en tierra califal, forma parte de la hueste del conde Fernán González, quien, por razones políticas, le encomienda el secuestro de Xana Flaínez, una extraña mujer, tanto por su apariencia normanda como por los sucesos que la rodean.
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Lo quiero